Fundamentos
psicopedagógicos en los enfoques y programas de formación cívica y ética.
El desarrollo de la
persona moral
Benilde García Cabrero
Las diversas aproximaciones a la
educación moral difieren en sus concepciones de los rasgos que caracterizan el
perfil ideal de una persona que se comporta moralmente de acuerdo con los
principios de ética más elevados, y de cómo se pueden moldear las experiencias
de aprendizaje para ayudar a los estudiantes a alcanzar ese ideal (Solomon y
Watson, 2008).
Las descripciones más generales de la
persona moral ideal o de los factores personales complejos que
intervienen en el desarrollo moral, combinan elementos conceptuales,
motivacionales y afectivos. Sin embargo, no es clara la participación que tiene
cada uno de estos componentes en la determinación de las acciones morales, ni
es claro cómo se desarrollan e interrelacionan estos aspectos.
En la actualidad, una premisa que ha
sido ampliamente aceptada entre los políticos de la educación, los
investigadores y todos los agentes que participan en el sistema educativo, es
que el fin primordial de la educación es la formación del ser humano integral.
Sin embargo, en el contexto nacional, este fin todavía se visualiza como
lejano. Esto se debe, en gran medida, a que la educación en el ámbito escolar
se enfoca más a la adquisición del conocimiento,
Latapí (2002) señala que la formación
cívica y ética debe, por un lado, promover en los jóvenes la
identificación y el análisis de condiciones favorables para el desarrollo
humano en sociedades complejas, heterogéneas y multiculturales, mediante el
conocimiento, el ejercicio y la defensa de los derechos, la participación
activa y responsable en los colectivos de los que forma parte el
individuo, y la formulación argumentada de juicios y posturas ante asuntos
públicos. Y por otra parte, enfatiza el autor, la formación cívica y ética
debe atender el desarrollo de tres grandes capacidades: 1) el juicio
moral, 2) la sensibilidad afectiva a los aspectos morales, y 3) la
autorregulación de los propios comportamientos.
El juicio moral implica el desarrollo
cognoscitivo y crítico del educando, el cual le permite plantear correctamente
los conflictos que se le presentan y, posteriormente, aplicar principios
apropiados para resolverlos. La sensibilidad afectiva a los aspectos
morales involucra el desarrollo de los afectos, sentimientos y actitudes
necesarios para que el alumno pueda tomar decisiones congruentes con esos
principios (empatía hacia los demás, comprensión del punto de vista del
otro, actitudes de solidaridad y cooperación, etc.).
Las aportaciones de la
aproximación neuropsicología al estudio del desarrollo moral, las
emociones morales y la conducta pro-social
La moral involucra el conjunto de
principios, criterios, normas y valores que dirigen nuestro
comportamiento y que guían la forma en que desarrollamos nuestras vidas,
particularmente la manera en que convivimos con los demás. La acción
moral es, en gran medida, resultado del proceso de socialización, a través
del cual hemos aprendido a dirigir nuestras acciones. Por su parte, la
dimensión ética involucra el proceso reflexivo que nos permite
fundamentar el conjunto de principios y normas que constituyen nuestra moral.
En síntesis, la moral está relacionada con el nivel práctico de la acción y
permite tomar decisiones en situaciones cotidianas de la vida diaria y en
aquellas que representan conflictos morales.
La educación involucra necesariamente
una dimensión moral, en el sentido de que hace realidad las creencias
culturales de un determinado grupo social respecto de los rasgos que
caracterizan la forma en que idealmente deben comportarse los individuos en una
sociedad. La Formación Cívica y Ética conlleva imperativos morales implícitos
en la propuesta del perfil de competencias, en tanto que éste delimita un
conjunto de rasgos de comportamiento que es deseable promover en los educandos
mediante el entendimiento colectivo del diálogo y el análisis crítico, el
manejo y la solución de conflictos y la práctica del respeto hacia sí mismo y
los demás, lo cual dará como resultado (idealmente) el desarrollo de
sujetos participativos social y políticamente que se apeguen a la legalidad,
que tengan un elevado sentido de justicia y de comprensión y aprecio por la
democracia.
El papel de las
emociones morales en el desarrollo de la conducta pro-social
De acuerdo con Eisenberg (2000), el
desarrollo moral implica experimentar emociones y realizar conductas que
reflejen preocupación por los demás, tales como: compartir, ayudar, estimular,
mostrar una conducta altruista, ser tolerante y tener voluntad de respetar las
normas sociales. Desde el punto de vista de esta autora, para que los niños(as)
se conviertan en personas morales deben adquirir las siguientes capacidades
morales y sociales: adoptar y comprender lo que distingue a una conducta buena
de una mala y desarrollar los hábitos de conducta buena: desarrollar interés,
consideración y un sentido de responsabilidad por el bienestar y los derechos
de los demás. Asimismo, se requiere experimentar vergüenza, culpa, indignación,
temor y desprecio ante la violación de normas morales.
Las emociones morales, de acuerdo con Haidt
(2003), pueden ser tanto negativas (la vergüenza, el remordimiento y la culpa)
como positivas (empatía y simpatía), siendo ambos tipos muy importantes para la
vida moral.
Haidt (2003) describe cuatro familias de
emociones morales:
1) Emociones de condena
2) Emociones de autoconciencia
3) Emociones relativas al sufrimiento
ajeno
4) Emociones de admiración
Los aspectos psicoafectivos en los
enfoques y programas de Formación Cívica y Ética
En la formación de la personalidad
cívico-ética interviene un aspecto sustancial inherente a la naturaleza humana:
la afectividad. Ésta influye de manera determinante en la forma en que se
desarrollan la reflexión y el diálogo.
Las emociones y los sentimientos
organizan o desorganizan el funcionamiento mental, la reflexión y el diálogo en
la toma de decisiones y en la participación en la vida ética y ciudadana.
García-Cabrero y Alba (2008) señalan que
la inteligencia, la voluntad y la afectividad no son procesos separados ni
áreas que se organicen disociadas en la educación. Aseguran que la habilidad
para razonar correctamente respecto de situaciones moralmente difíciles,
requiere no sólo de entender conceptos morales, sino también de componentes
emocionales que derivan en comportamientos éticos, cívicos y políticos en los
que están involucrados los derechos propios y los de los demás.
La perspectiva sociocultural sobre el
desarrollo moral
De acuerdo con el punto de vista de
diversos autores (Nucci, 2001; Prinz, 2007),
la moralidad está influenciada, en gran
medida, por la cultura; es decir, diversos grupos sociales tienen valores
morales diferentes. La cultura incluye aquellos aspectos que son aprendidos a
través de la interacción social con otros miembros, o de la interacción con las
cosas u objetos que otros miembros del grupo han creado. La cultura abarca
componentes materiales, conductuales y psicológicos (hábitos, destrezas, ideas,
valores) que pueden ser transmitidos socialmente (Prinz, 2007). Para ser parte
de un grupo social es necesario actuar de conformidad con los rasgos o
características de ese grupo, como el género, la religión, la filiación
política, etc. Sin embargo, los miembros de un grupo realizan aportaciones individuales
a las características del grupo, en vista de que combinan los rasgos de los
diferentes grupos sociales a los que pertenecen, lo que da como resultado una
mezcla de rasgos culturales en cada individuo.
La adopción de una perspectiva
sociocultural del desarrollo moral tiene importantes implicaciones para la
conducción de secuencias didácticas en las que el uso del lenguaje debe ser
cuidadosamente elegido para propiciar situaciones dialógicas, en las que las
acciones morales mediadas por el lenguaje representen verdaderas oportunidades
de construcción de una personalidad moral, orientada por los valores morales
característicos de las sociedades democráticas más evolucionadas
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